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SANTA CENA

Un breve comentario.

1. Es un anuncio. Es público.

La santa cena, o cena del Señor, conmemora a Cristo y su sacrificio hecho una vez y para siempre para la plena y final remisión del pecado.

Es profesar públicamente que "el Señor ha muerto por mí".

2. Jesús dijo:

"Esto ES mi carne", refiriéndose al pan que tenía en la mano. "Esto ES mi sangre", refiriéndose al vino de la copa.

Siendo que ninguno de los dos elementos eran ni su carne ni su sangre, entendemos que eran elementos simbólicos. Era el simbolismo de la obra de Jesús: un poco más tarde entregaría su cuerpo para ser partido y su sangre era derramada, y era por nosotros.

El hecho de que no solamente anunciamos la muerte del Señor en la cena, sino que también comemos y bebemos los símbolos de ella, sólo podían entenderlo los judíos, acostumbrados a tales fiestas después de los sacrificios expiatorios, como significando la apropiación personal de los beneficios de aquella muerte.

3. No debía participarse "indignamente".

La amonestación primaria era a la forma irreverente en que participaban de este símbolo.

Antiguamente era costumbre comer juntos, y al final de la comida participar de esta conmemoración, o recordar lo que Jesús hizo.

Había quienes ni se detenían a pensar en ello. Otros, con pecado en sus corazones, no tenían compungimiento o arrepentimiento en ellos por esos pecados, y pretendían con una acción natural, con ese "cumplir" de recordar, dar por limpio el pecado, sin pasar por el verdadero limpiar.

Los actos externos no solucionan lo interno.

4. Autoexaminarse.

Un acercamiento correcto a la recordación de su obra agrega el examinarse a sí mismo, especialmente en esos momentos de la recordación. Pues se recuerda que Cristo dio su carne y su sangre por nuestros pecados contra Dios.

Y, por extensión, se recuerda el amor de Dios en enviar a Su Hijo por nosotros, todo lo cual debiera quitar toda indignidad en nuestro acercamiento.

El examinarse uno a sí mismo (en la Escritura dice también "juzgar") no debe interpretarse como el propósito final de un juicio legal, que es emitir condena. No somos llamados a "condenarnos" por acciones pecaminosas, sino a "juzgarnos", y con los resultados de ese juzgar, acercarnos a Aquél.

Lo sugerido es acercarse con la debida circunspección a participar de la santa cena. El autoexamen no es con el fin de ausentarse de la mesa, sino con el fin de participar.

Sin embargo, dentro de este examinarse está incluida nuestra relación con nuestro prójimo, sea éste un hermano en la fe o no.

5. Discerniendo "el cuerpo del Señor".

La obra de Jesús abarca a todos los redimidos, quienes son Su Cuerpo.

Sin embargo, en el versículo 1ªCo 11:27 - el "indignamente" mencionado en griego, se define como "no discernir el cuerpo del Señor" (en los símbolos), más que una mención al "cuerpo de Cristo" o a la relación entre los hermanos.

6. El cuerpo. La Iglesia.

Al momento de mencionar Pablo la indignidad de quienes se acercan a la mesa santa, no desconocía la situación real: Había disensiones, divisiones, cismas, por opiniones, por afinidad con Pablo o con Apolos, o por la importancia que daban unos a ciertos dones minimizando otros.

Cuando Pablo habla de esto, parece que era por actos abiertos, expresiones de las divisiones existentes, que realizaban durante los momentos de la participación.

La misma ordenanza instituida para la unificación de los creyentes en un cuerpo, fue hecha ocasión de divisiones.

No parecen afectar del participar de la santa cena el tener diferentes opiniones. Pero la falta de amor seguramente no pertenece allí.

Una misma y única obra de Cristo es para todos nosotros pecadores. El respeto, el orden, la armonía y el amor durante esa recordación deben predominar entre quienes buscan la santidad y el amor que provienen de la regeneración por el Espíritu Santo.

7. Autoexaminarse / Discerniendo el cuerpo / La Iglesia.

Como comentario final, y relacionado a los tres últimos puntos mencionados, agrego copia de los comentarios de Scío y de Jamieson, Fausset y Brown (JFB) a dos pasajes pertinentes a la relación entre los hermanos, y que están obligadamente relacionados el espíritu de la Santa Cena.

JFB lo expresan de este modo:

Por cierto que, si la celebración de la Cena del Señor es el acto de culto de mayor importancia, la reconciliación, aunque obligatoria en todo acto de culto, debe ser especialmente necesaria entonces.

De ahí la hermosa práctica de la iglesia primitiva, que procuraba enmendar todas las diferencias entre los hermanos en Cristo, en el espíritu de amor, antes de participar de la comunión.

El primer pasaje:

Mt 7:1-5
No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá. ¿Por qué miras la brizna de paja que está en el ojo de tu hermano, y dejas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿Cómo dirás a tu hermano: 'Deja que yo saque la brizna de tu ojo', y he aquí la viga está en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano.

SCíO:

Jesucristo no quita aquí la potestad de juzgar, en los que están establecidos para corregir y castigar a los que pecan.

Condena sí el juicio que hacemos temerariamente de nuestros hermanos, cuando por ligereza, por preocupación o por malignidad, juzgamos de su conducta, de sus sentimientos y de sus intenciones.

Condena también el orgullo, que nos ciega para no ver nuestras faltas, aunque sean muy abultadas; y que nos da ojos de linces para descubrir aun los menores defectos de nuestros prójimos.

Era éste un proverbio entre los hebreos.

JFB:

"Juzgar" aquí no quiere decir exactamente pronunciar juicio condenatorio, ni se refiere al acto sencillo de juzgar, ya sea en un sentido favorable o en un sentido contrario.

El contexto da a entender claramente que lo que aquí se condena es aquella disposición de mirar desfavorablemente el carácter y las acciones de otras personas, la que nos lleva invariablemente a pronunciar contra ellos juicios temerarios, injustos y desagradables.

Sin duda alguna, aquí se habla de los juicios así pronunciados; pero lo que el Señor está atacando, es el espíritu de donde saltan tales juicios.

Con tal de que evitemos este espíritu desagradable, no sólo somos autorizados para juzgar sobre el carácter y las obras de algún hermano, sino que en el ejercicio de las necesarias distinciones nos vemos obligados a hacerlo para nuestro gobierno propio.

Es sólo la violación de la ley del amor que se practica al juzgar severamente, lo que aquí se condena. Y el argumento contra ello: "para que no seáis juzgados" confirma esto: "para que vuestro carácter y actos no sean atacados con la misma severidad"; es decir en el gran día.

2. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados; y con la medida con que medís-cualquier norma de juicio que aplicáis a otros-os volverán a medir-Esta máxima proverbial es usada por nuestro Señor en otras conexiones, como en Mar_4:24, y con una aplicación un poco diferente en Lc_6:38, en donde se habla de ella como un gran principio de la administración divina.

El juicio severo que hayamos pronunciado contra otros, se volverá contra nosotros en el día cuando Dios ha de juzgar los secretos íntimos de los hombres por medio de Jesucristo.

Pero, como en muchos otros casos, el hecho de juzgar severamente recibe aun aquí en la tierra su propio castigo bajo la administración divina.

Nos retiramos del contacto directo con aquellas personas que sistemáticamente pronuncian juicios severos contra otros, pensando naturalmente que seremos nosotros las próximas víctimas, y nos sentimos impelidos en defensa propia, cuando somos expuestos a la censura, a devolver al atacante sus propias censuras.

3. Y ¿por qué miras la mota-"astilla", aquí bien traducida "mota", para señalar cualquier falta pequeña-que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu ojo?-"la viga" significa, en sentido figurado, la falta mucho más grande que dejamos de ver en nosotros mismos.

4. O ¿cómo dirás a tu hermano: Espera, echaré de tu ojo la mota, y he aquí la viga en tu ojo?

5. ¡Hipócrita! echa primero la viga de tu ojo, y entonces mirarás en echar la mota del ojo de tu hermano-

Nuestro Señor usa una figura muy hiperbólica, mas no desconocida, para mostrar la absurda inconsecuencia de esta conducta.

El término "hipocresía", con el cual, no sin indignación, ataca esta conducta, consiste en la pretensión de poseer una caridad celosa y compasiva, la cual de ninguna manera puede ser real en uno que permite que faltas peores queden sin corregir en sí mismo.

Sólo el que se juzga celosa y severamente a sí mismo es competente para reprender a otros.

Aquellas personas no sólo serán tardas para asumir el cargo como censoras de sus vecinos, sino que, cuando sean constreñidas a hacerlo, lo harán con desgano, no con satisfacción: con moderación, no exageradamente; con amor, no con severidad.

El segundo pasaje:

Mt 5:22-26
Pero yo os digo que todo el que se enoja con su hermano será culpable en el juicio. Cualquiera que le llama a su hermano 'necio' será culpable ante el Sanedrín; y cualquiera que le llama 'fatuo' será expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si has traído tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y ofrece tu ofrenda. Reconcíliate pronto con tu adversario mientras estás con él en el camino; no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que jamás saldrás de allí hasta que pagues el último cuadrante.

SCíO:

22 x. El texto Griego añade aquí: eiké, sin razón, sin causa. Esta adición no se hallaba en los códices antiguos y de buena nota en tiempo de San Jerónimo, que por esta razón quería que se borrase. Mas no todos fueron de este parecer.

y. MS. Desmeollado. Raka, según San Jerónimo, es un término de desprecio, y quiere decir alguna injuria pesada. Es palabra siríaca del Hebreo Rik, vano, sin juicio.

z. Esto es, alguna injuria más grave conforme al sentido que daban los hebreos a aquella dicción. Hace alusión el Señor a dos suertes de tribunales que tenían los judíos, compuestos de mayor o menor número de jueces, y en los que se juzgaban diversas calidades de delitos. El principal era el que aquí se llama concilio. Este constaba de setenta y dos jueces, o de veinte y tres, según la calidad de las causas que condenaban a pena capital. El segundo que aquí se nombra juicio, era un tribunal subalterno, compuesto de tres jueces, del cual se apelaba al Concilio o Synedrio.

a. Gehinnom, esto es, Valle de Hinom. También se llamaba Gevenhinnom, Valle del hijo de Hinom. Era un sitio, según San Jerónimo, in. Matth. X, 28, cerca de Jerusalén, al pie del monte Mória.

En él había un ídolo de Moloc, a quien sacrificaban los israelitas sus propios hijos, quemándolos lastimosamente; y de aquí se aplica este nombre al fuego y lugar del infierno. Puede entenderse la sentencia del grande anatema, por la cual además de la muerte temporal, el culpado moría cargado de las execraciones y maldiciones de todo el pueblo.

De lo dicho se puede ilustrar este lugar que al parecer es bastante oscuro; y para esto seguiremos a San Agustín, De Serm. Dom. in monte, lib. II, cap. IX, numer. 22, et seq.

Se deben observar, dice el Santo, tres grados de faltas y de castigos.

El primero es, entrar en cólera por un movimiento interno del corazón; pero sin producirla fuera. El segundo, decir alguna palabra de desprecio, que manifieste la alteración y movimiento interior. El tercero, cuando ciegos ya de la ira, prorrumpimos en palabras injuriosas contra nuestros hermanos.

A estos tres grados diferentes de pecados corresponden otros tres géneros de castigos.

El primero en el juicio, en donde aun queda lugar al reo para defenderse. El segundo en el concilio, en el que se delibera solamente del género de castigo que se ha de dar al delincuente. El tercero tiene ya cierta la condenación, y determinado el castigo, y sin apelación, puesto que el culpado es condenado al fuego del infierno. De todo lo cual hemos de concluir, cuánto nos conviene refrenar los primeros movimientos de la ira.

23 b. La partícula griega tí, aliquid, es enfática. Los judíos la restringían a la restitución de los daños recibidos en dinero; Jesucristo muestra que se extiende a todo género de daños y de ofensas, recomendando la caridad, y la sincera y perfecta reconciliación.

24 c. MS. A emienda de tu hermano.

d. No hay duda alguna que tenemos obligación de ejecutar a la letra este mandamiento del Hijo de Dios, cuando se puede; porque si no nos es permitido airarnos contra nuestro hermano, despreciarle e injuriarle; mucho menos nos será conservar en nuestro corazón algún resentimiento contra él, de manera que nuestra primera indignación se convierta en odio. S. August. Ibid. cap. IX, num. 26.

JFB:

No es razonable negar, como lo hace Alexander, que aquí se mencionan tres grados de castigo, y afirmar que sólo se trata de tres aspectos de la misma cosa.

Pero los expositores romanistas se equivocan mucho al tomar los dos primeros, el "juicio" y el "consejo", con referencia a grados en el castigo temporal, que se habría de aplicar a pecados veniales bajo el evangelio, y que sólo el último, "infierno del fuego", se refiere a la vida futura.

Los tres castigos se refieren claramente a la retribución divina, y sólo a eso, por violación de este mandamiento; aun cuando esto se expresa mediante una alusión a los tribunales judíos. El "juicio", como ya se ha explicado, era el más bajo de los tres; el "consejo" o sanedrín, que se reunía en Jerusalén, era el más alto; mientras que la palabra que se usa para "infierno del fuego" contiene una alusión al "valle del hijo de Hinnom" (Jos_18:16).

En este valle los judíos, cuando estaban sumidos en la idolatría, llegaron a quemar sus niños ofreciéndolos a Moloc "en los lugares altos de Tofet, a consecuencia de lo cual el buen Josías lo profanó, para evitar la repetición de tales abominaciones (2Ki_23:10); y desde esa época en adelante, si podemos dar crédito a los escritores judíos, se mantenía un fuego ardiendo en ese lugar para consumir la basura y toda suerte de desperdicios de la ciudad.

Cierto es que mientras que el castigo final de los malos se describe en el Antiguo Testamento mediante una alusión a este valle de Tofet o Hinnom (Isa_30:33; Isa_66:24), el Señor describe este mismo castigo citando simplemente estas terribles descripciones del profeta evangélico Isaías (Mar_9:43-48).

El grado preciso de sentimiento poco santo hacia nuestro hermano que se expresa en las palabras 'Raca' y 'Fatuo', sería tan inútil como vano inquirirlo.

Cada edad y cada país tienen sus modos de expresar tales cosas; sin duda el Señor hizo uso de la fraseología corriente en sus días que denotaba la falta de respeto y de aprecio, meramente para expresar y condenar los diferentes grados de tales sentimientos cuando se manifestaban en palabras, como instantes antes había condenado el sentimiento mismo.

En realidad, se pone en evidencia el poco valor que tienen las meras palabras aparte de los sentimientos que ellas expresan, y que así como se dice expresamente que el Señor miró a sus enemigos con enojo, aunque "condoleciéndose de la ceguedad de su corazón" (Mr_3:5), y como el apóstol nos enseña que hay una ira que no es pecado (Ef_4:26), del mismo modo en la Epístola de Santiago (Ef_2:20) hallamos las palabras, "hombre vano" o vacío; y el Señor mismo aplica las palabras "insensatos" y "necios" a los guías ciegos de la gente (cap. 23:17, 19), aunque en ambos casos, tales palabras se aplican a los razonadores falsos más bien que a las personas.

De modo que el espíritu de todo el pasaje podría expresarse del modo siguiente:

"Por siglos habéis sido enseñados que el sexto mandamiento, por ejemplo, se quebranta solamente por el homicida, y que juzgar tal caso es la tarea adecuada de los tribunales reconocidos; mas yo os digo que es quebrantado aun por una ira sin causa, que no es más que odio en brote, ya que el odio es homicidio incipiente (1Jn_3:15).

Así pues, este mandamiento es quebrantado por los sentimientos, y mucho más por esas palabras llenas de un sentimiento de odio, desde el más simple hasta el más envenenado, que suelen ser arrojadas al hermano.

Y así como hay gradaciones en los tribunales de justicia humanos, y en las sentencias que se pronuncian de acuerdo con los grados de criminalidad, del mismo modo, el trato jurídico que recibirán ante el tribunal divino los que quebrantan este mandamiento, será de acuerdo con su criminalidad verdadera, en la presencia del juez que escudriña los corazones.

¡Oh, qué santa enseñanza es ésta!

23. Por tanto-para hacer una aplicación de lo antedicho y mostrar su gran importancia-si trajeres tu presente al altar, y allí te acordares de que tu hermano tiene algo contra ti-una queja justa contra ti;

24. Deja allí tu presente delante del altar, y vete, vuelve primero en amistad con tu hermano-

Evidentemente el significado no es: "desarraiga de tu pecho todo sentimiento malo", sino "destierra de la mente de tu hermano toda queja que él tenga contra ti", y entonces ven y ofrece tu presente.

Tholuck se expresa así: "Este cuadro, tomado de la vida diaria, nos transporta al momento cuando el israelita, habiendo traído su sacrificio al templo, al atrio de Israel, espera el instante cuando el sacerdote se acercará para recibirlo de sus manos. Espera con su presente puesto sobre la balaustrada que separa el lugar donde él se halla, del atrio de los Sacerdotes, adonde su ofrenda será llevada presto para ser sacrificada por el sacerdote y presentada por éste en el altar de los sacrificios."

Es en este momento solemne, cuando está listo para encomendarse a la misericordia divina y procurar mediante su ofrenda el sello del perdón divino, que el ofrendante, de pronto, recuerda que su hermano tiene contra él una causa justa de queja por haber quebrantado este mandamiento en alguna de las formas que se acaban de indicar.

Entonces, ¿Dirá él: "Tan pronto como haya ofrecido este presente, iré a ver a mi hermano para reconciliarme con él?" No; antes de dar otro paso, aun antes de ofrecer el presente, debe buscar esta reconciliación, y aun cuando el presente tenga que ser dejado sin ser ofrecido ante el altar.

La misma verdad aquí enseñada la hallamos expresada notablemente de manera opuesta, en Mr_11:25-26 : "Y cuando estuviereis orando (en el acto de orar), perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que vuestro Padre que está en los cielos os perdone también a vosotros vuestras ofensas".

De ahí la hermosa práctica de la iglesia primitiva, que procuraba enmendar todas las diferencias entre los hermanos en Cristo, en el espíritu de amor, antes de participar de la comunión; y en la Iglesia Anglicana está especialmente marcada una indicación similar al practicar esta ordenanza.

Por cierto que, si la celebración de la Cena del Señor es el acto de culto de mayor importancia, la reconciliación, aunque obligatoria en todo acto de culto, debe ser especialmente necesaria entonces.